jueves, 24 de diciembre de 2009

Diario atrasado

Mañana me despertaré, le preguntaré hora al primer compañero de cuarto que esté despierto. Pensaré en los días que faltan por regresar, me prepararé para ir al Convento a recibir los talleres. No desayunaré, no sólo porque se me acabó la comida sino porque soy un mal comprador es miércoles y ya casi se me terminó las provisiones que tenía guardadas en la alacena, en la bolsa donde están también las cosas de Tere y Sandra. Es tarde, dos o tres tragos de leche semi-descremada Dos Pinos que realmente sólo verifico que siga intacta después de la noche pasada que quise escribir mientras acompañaba la leche con galletas Oreo. Listo, me lavo los dientes y directo al Convento. Es demasiado tarde y aún me duele el tobillo, reviso mi bolsillo y tengo dos billetes de veinte córdobas, una servilleta, y varias monedas de diferente denominación entre las que destaca unas ¨coras esas monedas que siempre se quedan.
Sigo con paranoia, me han contando demasiadas historias de asaltos en taxis nicaraguenses, pero recuerdo que esto no es El Salvador, ya casi estoy familiarizado con las direcciones locales pero siempre serán un dolor de cabeza, por fortuna tengo un poco de sentido de orientación.
El día continuará con un calor del que poco a poco me acostumbro, y que ya mis riñones están acoplados. Una caminata a solas para buscar un lugar de comida barata y los lugares que ya son para mí habituales para hacer las llamadas y hasta entro con confianza saludando a la operadora, son caros pero no tengo Roaming, no hay Tigo en Nicaragua.

Aunque todos estábamos hartos, estresados, después de semanas intensas de trabajo, convivencia y mucha información nueva, entendimos porqué lloran tanto los integrantes de los reality shows cuando salen, y uno recuerda algo que ya casi está olvidado, los finales de curso. Aprendimos cosas de cada uno, desde frases, guiños, acentos, significados complejos, arte contemporáneo, sensibilidad, y tantas otras cosas que se aprenden fuera de los talleres. Mañana no despertaré en una colchoneta, ni buscaré mi leche semi-descremada en el refrigerador, ni tendré de esas pláticas de cualquier cosa, especialmente literatura mientras almuerzo frente al televisor apagado.

Mañana es 24, no lo creo, es como tener parpadear, pasó un mes y luego estás en el punto de inicio, una habitación en la que se encierra el frío.