Don Herbert no me dijo su nombre cuando intentó venderme un plan para aprender inglés jamaiquino, ausatraliano, polinésico y de todos esos acentos sin confundirse quizás. Al verme sentado esperando en Metrocentro, el vendedor se acerca con esa amabilidad de vendedor de pasillo de metro al iniciar la jornada, al menos no insiste cuando le digo que no tengo tiempo, y no estoy interesado en lo que vende. Don Herbert, el vendedor, se queda cerca de donde yo seguía sentado.
Luego llega su compañera de ventas de pasillo, por ella me doy cuenta que es mi tocayo. Y sucede la conversación:
-Don Herbert, a usted nadie le cree, por mentiroso. Nadie le va a creer.
La vez pasada le dijo a Don Ramiro que tenía esposa.
-No si yo solo fregando estaba. -Dijo Don Herbert, admitiendo sus mentiras.
-A saber qué más mentiras le ha andado diciendo a la gente. Don Herbert deje de mentir.
jueves, 30 de diciembre de 2010
Suscribirse a:
Entradas (Atom)