domingo, 27 de octubre de 2019

32

El martes pasado cumplí 32 años, había olvidado la tradición de escribir una entrada en el blog como lo he hecho en cada cumpleaños y de lo poco frecuente que actualizo el blog. Cada año he escrito algo alusivo a cómo ha ido la vida o algún aprendizaje que un nuevo año me ha dado. 
Y pues, creo que hay cosas por las cuales debo de estar agradecido, y otras de las que uno debe de aceptar, una de ellas es el poco tiempo que me queda para leer y escribir. He escrito últimamente cuentos, esto ha sido debido a algunos proyectos que han aparecido y que espero que  salgan a luz. 

Desde mediados de este año he estado leyendo 12 Reglas para vivir del polémico (depende de quién lo lea) Jordan Peterson, de quien espero hablar en alguna ocasión por este medio, no he podido terminar el libro por momentos también se poner un poco denso en cuestión de conceptos y "mindblows", pero mi tardanza se debe a mi falta de tiempo más que todo. El punto es que quiero dejar en este post un fragmento de la regla 5 "No permitas que tus hijos hagan cosas que detestes". Ya sé, puede sonar a libro de autoayuda, pero creo que vale la pena leerlo, no es un libro de autoayuda "buenista". 

Después de todo la violencia no es ningún misterio, sí lo es la paz. La violencia es la opción por defecto, porque resulta fácil. Lo difícil es la paz, que se aprende, se inculca, se gana. A  menudo  las personas compreden las cuestiones fisiológicas justo al revés. ¿Por qué la gente  toma drogas? No es ningún misterio, mientras que sí lo es, por el contrario, por qué no las toman todo el tiempo. ¿Por qué la gente sufre de ansiedad? Tampoco es ningún misterio. El misterio es cómo conseguimos  estar tranquilos en algún momento.  Somos frágiles y mortales. Hay millones de cosas que pueden salir mal de millones de formas distintas.  Tendríamos que estar paralizados por el pánico, pero no lo estamos.

A esto se me viene a la mente este poema de César Vallejo: 

    XVI

Tengo fe en ser fuerte.
Dame, aire manco, dame ir
galoneándome de ceros a la izquierda.
Y tú, sueño, dame tu diamante implacable,
tu tiempo de deshora.


      Tengo fe en ser fuerte.
Por allí avanza cóncava mujer,
cantidad incolora, cuya
gracia se cierra donde me abro.


      Al aire, fray pasado. Cangrejos, zote!
Avístase la verde bandera presidencial,
arriando las seis banderas restantes,
todas las colgaduras de la vuelta.


      Tengo fe en que soy,
y en que he sido menos.

      Ea! Buen primero!