Desde pequeños tenemos deseos, anhelos, uno de los más comunes es ser astronauta, dudo que lo siga siendo pero podría serlo con los avances tecnológicos y de lo cerca que estamos de llegar a Marte, (escribo esto en un blog como si fuera el 2008, pero es el 2020 y tiempo ha pasado desde entonces). Ser astronauta puede ser uno de tantos deseos que mueren pronto para la mayoría que lo sueña: nacer en un país del tercer mundo, índice de inteligencia, pésimas habilidades numéricas y de cálculo, hacen que el mundo . Uno puede llegar cerca, llegar a ser un magnate millonario para pagarse un viaje de turista al espacio, o esperar para enlistarse para ser de los primeros ciudadanos de Marte, o por el momento tomar un avión transatlántico para ver la curvatura de la tierra o ver el Polo Norte desde la ventanillla del avión, yo sé que no es ser astronauta pero la vista no tiene palabras, y es estar en el espacio si es eso lo que uno busca.
Llegar cerca no es llegar, es llegar cerca, pero el camino se disfruta más que el destino. Pienso en la muerte cuando alguien más joven fallece, y la mente automáticamente activa todas las sensaciones e imágenes cercanas a la muerte, la sensación de "no ser", surge la ansiedad de la ausencia de no seguir en esta vida, de no ser cuerpo. Luego, la mente izquierda toma trata de tomar el control: hay buena salud a pesar de las alergias, la colitis y la pandemia, y que pensar en la muerte puede ser un desperdicio de vida si se convierte en obsesión, y nos perdemos de hacer todo lo que nos hemos deseado y acorde a los recursos.
De pequeño quería ser ecólogo para salvar al planeta de la destrucción ambiental, evitar la extinción de animales. Y hay sueños que todavía están ahí, claro, no se puede salvar al planeta del inminente Cambio Climático, pero tengo un pequeño patio con tres tortugas, un tenguereche de buen tamaño, una ardilla que llega a comer guineos y varias chiltotas que llegan a comer aguacates del palo de en frente, no es una finca ni una reserva forestal, todavía no tengo mapaches, ni masacuatas, pero es un pequeño ecosistema. Y estas cosas entre otras hacen que uno ponga los pies en la tierra ante la inevitable ansiedad y angustia que provoca pensar que un día ya no podrá comer hamburguesas ni tomar cerveza artesanal porque estaría muerto, los muertos no toman cervezas (excepto en Día de Muertos).
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