En los viajes no soy del tipo de viajero que busca plática en un avión o en el aeropuerto, trato de no molestar a nadie y prefiero los asientos del pasillo en los viajes largos. En esta ocasión, en el primer vuelo hacia Houston me tocó estar sentado a la par de un chef que vive en Las Vegas que me enseñó algunos de sus platillos favoritos, hablábamos de los maricos salvadoreños y mexicanos, hasta me compartió algunos tips de cocina y seguridad ocupacional, al menos se hizo más rápido vuelo y la ansiedad por llegar, pasar por migración y los controles de seguridad. En ese mismo vuelo conocí a Guadalupe, quien coincidimos en el mismo vuelo hacia Alemania pero en distinta clase de servicio pero nos acompañamos a lo largo de la ruta. Guadalupe es una señora muy amable quien iba hacia Alemania a visitar a su hija quien está pronta a la dar a luz a su primer nieto, posteriormente nos costó encontrar la Terminal A en la señalización engañosa del enorme Aeropuerto de Frankfurt. En ese vuelo, tuve a la par a dos señores ya retirados, quienes eran consultores en tecnología Blockchain, algo que me sorprendió por la edad de ellos, la señora me comentó acerca de su vida entre Connecticut y Zúrich, sin duda una pareja muy enamorada y que no tiene de qué preocuparse a fin de mes. El vuelo IAH-FRA fue un vuelo pesado, y eso que tuve la fortuna de viajar en Premium Economy que sirvió unos ravioles exquisitos.
Y en el último vuelo estuvo John a la par mía, un ex soldado del ejército de los Estados Unidos y originario de Islas Marianas, una isla muy pequeña en medio del Océano Pacífico. John me comentó que trabaja como dentro de la Agencia Federal de los Estados Unidos, me comentó que estuvo destacado en Irak y que los traumas que tuvo durante la guerra lo animaron a estudiar psicología, solamente que se especializa en Recursos Humanos.
Este ha sido el viaje que he tenido más interacciones con viajeros, y no deja de sorprenderme eso de compartir cosas personales con alguien que recién has conocido y solamente coincides unas horas. A veces hablar con el de al lado es necesario para sentir más llevadero el vuelo, más si es uno transatlántico donde cada minutos se siente eterno.