Como es costumbre en los viajes, posteo y llevo un diario de viaje, ésta vez tuve la mala fortuna de comprar un cuaderno negro y sin líneas, como me gustan pero es un cuaderno de dibujo el papel es demasiado grueso tanto que parece ledger, y lo peor es que las páginas están perforadas, así que no pude pasar de las primeras dos páginas. Inaceptable. Y con lo difícil que es encontrar cuadernos decentes en el país.
Pero no tuve mucho tiempo, todo pasó muy rápido, sobretodo el vuelo de regreso que pareció muy corto, supongo que algo tiene que ver la rotación de la tierra en eso y los husos horarios.
Pero viaje aunque sea corto y por estresante sea son necesarios, renovadores y esa sensación solo se siente hasta que uno ha regresado. Aunque los viajes terrestres tiene su encanto, especialmente los trenes, el avión da la sensación de transportarse a otro lugar, cerrar los ojos y luego despertar en un lugar distinto, mucho más si el clima es diferente o el ambiente, pero no importa uno sabe que está lejos y que se ha transportado.
Mientras estaba en el Aeropuerto de Comalapa tuve por un momento la sensación de viajar hacia el norte, y recordé la primera vez que me subí a un avión, y precisamente era para el norte, como han sido los destinos en los que he necesitado transporte aéreo. Pero no, el destino queda al sur, y la sensación desaparece al ver el Embraer 90, un avión pequeño para viajes no muy largos. Y entre los juegos de ¿Quién quiere ser millonario? y los discos de Stg. Peppers Lonely Hearts Club y The Dark Side of the Moon de Pink Floyd que por fortuna están en el playlist de Avianca-Taca, con eso pasé las casi dos horas de vuelo entre PTY y SAL, el regreso no fue muy distinto sólo que lo sentí más corto como ya mencioné. Siempre llevo libros, esta vez llevaba La Broma de Kundera, pero estaba más entretenido en pasar de los 80,000 dólares en el juego que en leer.
Luego vienen esas costumbres de país, como el no estar acostumbrado a estar en las alturas, no se si a los demás les pase, entiendo que es miedo a las alturas, pero el vértigo luego de un piso 14 no es nada divertido, aunque tuve que afrontarlo como ya lo he hecho antes. Hoy que lo pienso, eso sólo me me pasa en edificios o montañas, y no con aviones, son cosas de cada quién.
Me encanta viajar, abre la mente, y de pronto uno se da cuenta que la vida es como un viaje, uno no sabe si regresará; si regresa a ese destino ya no será igual, al regresar del viaje me doy cuenta que estoy en otro punto que pudiera ser cualquiera quien sabe por cuánto tiempo. Y la sensación del tiempo cambia, al menos por algún tiempo. Claro, como una medicina, a veces parece que el efecto se desvanece cuando se enfrenta a la realidad, pero al final de todo, esto es un viaje.
sábado, 22 de junio de 2013
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