lunes, 13 de julio de 2015
Historias de autobús
Cuando se subió un señor regordete al bus lo noté nervioso, algo perturbado, se sentó detrás de mí y siempre tenía posición como que iba a pararse. Es demasiado gordo como para ser ladrón, a menos que tenga compañía atrás pensé un momento, luego le pregunta por la hora a una anciana del asiento derecho, -éste va a asaltar- pensé medio broma.
De repente el señor regordete con una de vendedor empieza a sacar algo, y dice que él no es vendedor, y dice "somos más de diez personas en éste autobús", ya nos pusieron pensé, pero el discurso sigue "de los que espero que todos hayan pasado unas fiestas con su familia".
Resulta que enseña recetas, dice que la noticia salió en Cuatro Visión. Su hija está en el Hospital Benjamín Bloom, fue secuestrada y le fue extraído un riñón por esa banda. Según cuenta, la niña fue víctima de traficantes de órganos, y su riñon sirvió para una niña rica hija de un diputado o persona muy influyente de Guatemala. De las frases que recuerdo fue una muy fuerte, "Nosotros los pobres somos los repuestos para que la gente rica viva". La historia parece sacada de una película, seguro dejó a muchos en el bus perplejos porque lo decía quejándose y con voz entrecortada algo que no pasa con los que inventan sus historias.
Esa historia sucedió en Enero, y hoy me sucedió otra situación en el bus de regreso. No pude dejar de escuchar al señor de al lado mientras hablaba por celular, en algún momento me costó concentrarme en el libro que ando leyendo, Ana sonríe de Denise. El señor contó en las dos llamadas que se le murió su hija de doce años atropellada por su vecino quien conducía ebrio y quien ya está capturado. Las dos llamadas que recibió en el trascurso del recorrido fueron muy parecidas, le explicaba que Medicina Legal de San Salvador estaba saturado y por eso tuvieron que trasladar el cuerpo a Medicina Legal de Santa Tecla para realizarle la autopsia. En una de las llamadas mencionó sólo tenía veinte centavos, que había venido desde La Unión y que el director de la escuela le iba a dar el ataúd. El señor se quedaba en la parada después de la mía pero se paró antes, le dí un dólar le dije que lo sentía y que el dólar le serviría de algo. Él sólo dijo gracias, pero con la cabeza pensando en su hija como ausente.
Etiquetas:
San Salvador,
Telúrica y sangrienta
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