sábado, 23 de octubre de 2021

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 A veces a uno se le olvida lo implacable que es el tiempo, que transcurre y uno está distraído en tantas cosas, sobre todo las redes sociales, el trabajo, el tráfico, y se olvidan tantas cosas. Los cambios son paulatinos, pero perceptibles, desde el dolor de rodillas después de un partido hasta los vellos rebeldes de la nariz y la ceja. La resignación al paso del tiempo implica el aprovechamiento de los recursos del presente, una resignación a la preparación del proyecto de vida si uno tiene cierta ambición, y la escrupulosidad suficiente como para plantearse un guión de vida y no ir improvisando.

Según el estoicismo, el Memento Mori es un ejercicio meditativo que significa recordarse que uno va a morir, esto puede sonar deprimente pero como menciona Rogers y creo que Frankl en otras palabras: no es el estímulo el que tiene valor en sí sino la percepción y la actitud que uno tiene ante esto. Las influencias de los estoicos influenciaron de gran manera algunos de los grandes abordajes psicológicos del siglo XX. El pensar en la muerte, contrario a lo que uno pensaría, esto no implica la satisfacción de los deseos inmediatos y el hedonismo que propugnaría tanto Epicuro, contrario a esto el estoicismo establece que se debería de propugnar una actitud ante la vida que optimice el bienestar y la gratitud de cada momento de vida que pasa.


Estoy agradecido por todo lo que me ha pasado, es difícil, pero hay que agradecerlo. Ya a esta edad ya tiene suficiente experiencia (debería) como para aceptar las cosas del destino, en hacer las cosas convenientes para uno, y si es para uno lo será también (o debería) también de serlo para los demás. No sé si dentro de un año estaré escribiendo nuevamente sobre estoicismo, espero que no, espero seguir vivo, esto me gusta y es una lástima que algún día tenga que acabar. Por el otro lado, he estado en lugares increíbles tanto que hasta uno deja de maravillarse; tengo a la gente adecuada, sí, gente que quiero; y estoy por alcanzar uno de mis objetivos. 


Este es el segundo cumpleaños después de la pandemia, y con mayor motivo hay razones por las que agradecer. Ojalá la pandemia termine, odio la paranoia sin sentido de los tapetes para desinfectarte los zapados, la insistencia en la mascarilla y el giro autoritario de los gobiernos con respecto a la vacuna (no soy antivacuna, tampoco quiero serlo).

Dejar la edad de Cristo es comenzar a leer los Evangelios, los Cantares y el Apocalipsis por qué no.


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